Imagina, un pueblo entero se subleva ante su rey, exigiendo sus derechos para participar en las decisiones políticas, exigiendo tener más libertad individual y de pensamiento, autonomía de la propiedad y erradicar los impuestos desorbitados que les obligaban a pagar. Este increíble y revolucionario suceso ocurrió, dando paso a una república y acabando con una época retrógrada. La Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII daba una zancada al cambio político más importante que sucedió en toda Europa, significó el triunfo del pueblo, y el nacimiento de la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano en 1789, una época moderna que al fin y al cabo es la que tenemos ahora, pero…¿moderna?.
Después del triunfo del pueblo y para sorpresa de muchas mujeres, la victoria y los derechos que ella conllevaba no les pertenecían, parece que a algunos hombres se les “olvidó” escribir la palabra MUJER dentro de la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano, !pero qué despistados estos hombres!, ¿como se les pudo pasar añadir a las mujeres?, mujeres que participaron igual que los hombres en esta lucha, mujeres que cortaron cabezas a miembros de la guardia real en el palacio de Versalles por la causa.
Fue entonces cuando apareció la “descarada” Olympe de Gouges, que se atrevió a reescribir la Declaración de los Derechos de los hombres y del Ciudadano, pero añadiendo la palabra que el género masculino dejó en el tintero: MUJER. Esto significó que estos artículos eran aplicados por igual a hombres y mujeres, cosa que los hombres no iban a aceptar de ningún modo, ya que para ellos y sobre todo para el filósofo Rousseau, autor de las siguientes palabras: “La educación de las mujeres siempre debe de ser relativa a los hombres: agrados, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos cuando somos adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables”, las mujeres se reducían a eso, y los hombres empezaron a tener miedo y a pensar que se quedarían desamparados sin sus esclavas compañeras de vida…!pero qué románticos eran los hombres en aquella época! Tan románticos que decidieron cortarle la cabeza a Olympe para darles una lección a todas las mujeres que osaran luchar por sus derechos. La pobre Olympe murió sin saber que acababa de sembrar las bases del feminismo.
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