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Livia Drusilla o Julia Avgvsta fue la tercera esposa del Emperador Octavio Augusto. Si hay un paradigma de mujer romana poderosa, inteligente y bella, esa es sin ninguna duda Livia Drusila. La Historia es en sí misma un conjunto de datos y fechas a los que hay que dar forma y ponerlos en el lugar y momento adecuados sin olvidar que la historia no solo está formada por hechos si no también por personajes. Los historiadores tienen que saber encajar todo este puzzle y darle forma a los personajes que serán mejores o peores según la opinión del historiador. La figura de Livia no escapa a este juego maldito y es uno de los personajes históricos que más opiniones contrapuestas han provocado a lo largo del tiempo. Livia fue casada muy joven con Tiberio Claudio Nerón, de este matrimonio tendría dos hijos, Tiberio- que fue después Emperador- y Drusso, un gran general romano. La familia de Livia incluido su padre luchó en el bando de los asesinos de César y en contra del joven Emperador Octavio, su padre se suicidó tras la derrota en la batalla de Filipos junto con los asesinos de César, Casio y Bruto. A pesar de esto, la familia de Livia pudo sobrevivir a esta derrota y en el año 39 a.c. fueron llevados junto al Emperador. Cuenta la historia que cuando Octavio Augusto la vió quedó absolutamente enamorado de ella y rápidamente se divorció de su segunda mujer y obligó a Livia a hacer lo propio con su esposo. Al día siguiente de obtener sus divorcios se casaron y aunque no tuvieron hijos, el matrimonio duró 52 años convirtiéndose Livia en la mano derecha de Octavio. Livia poco a poco se convirtió en una mujer muy poderosa que gozaba de todas las prerrogativas de una Emperatriz pero también de su poderío como mujer utilizándolo sin dudarlo en el momento en el que fuese necesario, ya fuese con su esposo o con cualquier otro personaje con el que tuviera que negociar. La razón política que movió a Livia durante toda su vida fue la ambición de colocar a su hijo Tiberio al frente del Imperio cuando Augusto muriese, algo que sin duda consiguió. Para ello no dudó en asesinar a su hijastra Julia y obligó a su hijo Tiberio a divorciarse de su esposa a pesar de que este estaba profundamente enamorado de ella. Tiberio nunca le perdonaría a su madre el tener que abandonarla. En su vida personal, Livia nunca fue muy dada a las exhibiciones de lujo, no llevaba grandes joyas ni vestidos demasiado vistosos, se ocupaba de las labores domésticas y de su esposo al que en algunas ocasiones llegó incluso a tejerle la ropa. Estamos pues, ante un personaje muy controvertido debido a lo complicado de su personalidad. Era una perfecta esposa, ama de casa y madre y al mismo tiempo no dudaba en mancharse las manos de sangre para conseguir lo que quería utilizando todos los medios que tuviera a su alcance, envenenamientos, supuestos suicidios, conjuras… En cuanto a su figura pública Livia gozó de la popularidad del pueblo romano representando las cualidades de la mujer romana y el ideal de mujer imperial. En el año 41 d.c. Livia fue divinizada por su nieto Claudio esta divinización junto con la de su esposo Augusto contribuyó a dar un carácter divino a sus descendientes. Cuentan que cuando Livia murió, su hijo Tiberio recibió la noticia con una total frialdad y no solo no asistió a sus funerales, si no que impidió que se le rindieran los honores correspondientes a su rango, le devolvía así Tiberio el golpe que sufrió al tener que separarse por razones dinásticas de su esposa. Livia fue enterrada como una romana más, un golpe bajo para la “divina Augusta”.
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