“Había gran enemistad entre Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti” Dijo el historiador del arte del siglo XVI Giorgio Vasari. Y es que estos dos genios eran dos personalidades totalmente diferentes. Da Vinci, elegante, venido de familia acomodada, un tipo simpático con el que todos querían conversar. Artista, anatomista, filósofo, arquitecto, matemático, botánico...entre otras muchas cualidades. Era un curioso empedernido,y tenía grandes ideas, aunque era “sosegado” con su trabajo.En la cara opuesta estaba Miguel Ángel, otro genio de la altura, pintor, escultor y arquitecto. De familia humilde, y de carácter tosco, pero fino y delicado con su trabajo, con un sentido de la responsabilidad y constancia admirables.
Mientras que Leonardo da Vinci a sus 23 años ya era un personaje muy reconocido, gracias a su ingenio y polimatía. Miguel Ángel aún no había nacido, pero hubo un momento apoteósico en la historia en el que los dos artistas procedentes de la misma ciudad, Florencia, coincidieron en sus calles.
Mientras que da Vinci andaba por Milán, Miguel Ángel, en Florencia, empezaba a ganarse la reputación a base de pincel y cincel que le era merecida.
En 1501 da Vinci con su “última cena” ya terminada, regresó a Florencia, donde se encontraría con un joven Miguel Ángel, y obras de la talla de La piedad.
-“E aqui el nuevo portento” y -“Ha regresado a Florencia el “padre y maestro del arte” (Debieron pensar cuando se cruzaron por las calles de la ciudad).
Ambos comenzaron a sentirse amenazados y a sentir envidia el uno por el otro, aunque Miguel Ángel no sabía disimular su envidia tanto como da Vinci, y lo sabemos por una anécdota que ocurrió entre ellos (Citado en los Cuadernos de Leonardo da Vinci, Oxford University Press, 1952, trad. Irma A. Richter, p.356) :
“Cuando Leonardo, acompañado de [su amigo] Giovanni di Gavina, pasaba por el Banco Spini, cerca de la iglesia de Santa Trinità, allí estaban reunidos varios hombres notables que discutían un pasaje de Dante y, al ver a Leonardo, le pidieron que se sentara con ellos y lo explicara.”
“En ese mismo instante pasó Miguel Ángel, y, llamándole uno de la multitud, Leonardo dijo: ‘Miguel Ángel podrá decirles lo que significa.’ A eso, Miguel Ángel, pensando que se había dicho esto para tenderle una trampa, le respondió: ‘No, explícalo tú mismo, modelador de caballos que eres, incapaz de fundir una estatua en bronce y que fuiste obligado a abandonar el intento vergonzosamente.’- refiriéndose a una obra equina que jamás llegó a plasmar en bronce. Muy típico de Leonardo- Diciendo esto, volvió la espalda y se fue. Leonardo permaneció en silencio y se sonrojó al oír estas palabras.”
También debió de habersele removido el estómago a da Vinci cuando rechazó un bloque de mármol, que más adelante aceptaría Miguel Ángel para crear su David.
Más tarde a algún graciosillo con ganas de animación (creemos Maquiavelo) se le ocurrió ponerlos a trabajar juntos en el palacio Vecchio, cada uno en un muro y en frente del otro. Da Vinci tenía que representar la batalla de Anghiari y Miguel la de Cascina, ¿que ironía verdad? Mientras plasmaban batallas en un mural, ellos también batallaban por pintar el mejor fresco. La tensión allí dentro debía de rezumar por las paredes del palacio. Finalmente, Miguel Ángel dejó de competir a través de esos frescos y se marchó a hacer un trabajo que le encargaron, dejando inacabado el muro. Da Vinci hizo lo mismo tiempo después. Los bocetos de estas obras quedaron expuestas durante diez años en el palacio, donde pintores y admiradores de los artistas iban a verlos y ha hacer copias. Ya no queda nada de estos bocetos.
De cualquier manera cada uno tenía lo suyo, ya podría Miguel Ángel haber dejado la envidia a parte y colaborar con el genio Da Vinci y ya podia da Vinci haber dejado el tedio a un lado y plasmar sus dibujos y bocetos en obras un poco más “tangibles.”
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